El Cid Campeador, ¿héroe, traidor o mercenario? (1era parte)




Un autor desconocido escribió de él El Cantar del Mio Cid allá por el año 1207. Charlton Heston lo representó en una película de Hollywood en 1960. Sin duda alguna, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, ha sido desde siempre uno de los personajes históricos más llamativos y de quién mucho se ha hablado y escrito, convirtiéndolo sin duda alguna en el personaje más representativo del Medievo hispano. La figura del Cid ha sido presentada como la del perfecto caballero cristiano, el padre de familia ejemplar, el paladín del cristianismo frente al Islam. Caudillos, soldados y dictadores han hecho referencia de él, tergiversándolo para acoplarlo a su persona. Ha sido la fascinación de muchas generaciones, por ello mismo, cabe preguntarse, ¿quién era el Cid?


Sus inicios

A inicios del siglo XI, Castilla era un pequeño reino que comenzaba. Se había hecho a base de guerra y derecho, convirtiéndolo en el Estado más dinámico de la península Ibérica. Fue en ese reino donde Rodrigo Díaz de Vivar nació hacia el año 1043, probablemente en la aldea de Vivar (Burgos), en el seno de una familia de baja nobleza. Su padre era Diego Laínez, señor de un pequeño feudo que colindaba con el Reino de Navarra. Su abuelo, Laín Calvo, había sido juez de Castilla en los tiempos de cuando Castilla era un pequeño condado con autonomía del Reino de León. El nombre de su madre no se conoce, aunque posiblemente se llamaba María, hija de un infanzón (Hidalgo de potestad y señoríos limitados). A los catorce años fue enviado (más cómo garantía de fidelidad al Monarca que como filantropía del mismo) a la corte de Fernando I para servir como paje del príncipe Sancho, con quien formó lazos estrechos y a quien acompañó en campaña hasta el Ebro, en el norte, para después dirigirse desde Zaragoza al encuentro contra los aragoneses en Graus, donde se enfrentaron, siendo derrotados estos últimos y donde el rey de Aragón muere.

Fernando I muere en 1065, pero antes dividió sus dominios entre sus tres hijos, siendo Castilla para Sancho (ahora Sancho II), y quién nombró a Rodrigo alférez, o portaestandarte, además de ser uno de sus colaboradores más cercanos. Debido a ello participa en la guerra de los Tres Sanchos, Sancho IV de Navarra y Sancho Ramírez de Aragón por el control del reino de Zaragoza. Fue en este marco cuando Rodrigo se batió en duelo con Jimeno Garcés, caballero navarro, al que vence, siendo éste hecho el que lo comenzó a hacer famoso. A partir de ello se le llamaría Campi Doctor, experto en el campo de batalla, o Campeador. Sin embargo, Sancho II era un hombre muy ambicioso y soñaba con unificar el reino que su padre había dividido para gobernarlo él. Así que en cuanto pacificó la frontera oriental, decide revisar el testamento de su padre y, creyendo que al ser el primogénito debía tener todo el territorio que su padre había gobernado, reclama las Coronas de sus hermanos Alfonso y García, León y Galicia respectivamente. Sancho derrota a sus hermanos y se ciñe rey de una Castilla de nuevo unificada, aunque en muchos lugares se discutía su soberanía.

Pero las cosas cambian cuando Urraca, la hermana de Sancho y señora de Zamora, no acepta los afanes expansionistas de su hermano y lo obliga a ir a aquella ciudad para someterla. En el asedio Sancho es asesinado por Bellido Dolfos, soldado zamorano que fingió cambiar de bando. Muerto Sancho y sin descendientes, la corona recae en Alfonso, quien regresa de su exilio en Toledo, y se le proclama rey de Castilla como Alfonso VI. Este hecho pone a Rodrigo en una situación muy complicada ya que su protector ya no está, y sin duda alguna Alfonso no siente mucha simpatía por él debido a que fue vencido por Rodrigo en múltiples ocasiones. Es aquí, en un ambiente de mucha desconfianza, cuando se produce un hecho de dudosa veracidad pero que será conocido como la jura de Santa Gadea, donde Rodrigo, a nombre de la nobleza castellana le exige a Alfonso que jure que no tuvo implicación en la muerte de su hermano, antes de que lo aceptasen como soberano.

Después de esto, Rodrigo pierde su posición de alférez, pero no es marginado por Alfonso, quien sabe de la importancia de tener buenas relaciones con los nobles de Castilla, no apartándolos del todo de las tareas del Estado, aun y cuando sus simpatías son con los leoneses. A pesar de que el rey lo utilizó como juez y representante en un pleito por la propiedad de una reata de bueyes y hasta luchó contra el reino de Navarra para recuperar La Rioja y parte de las provincias vascas, Rodrigo quiere ser usado cómo antes y ser nombrado conde, cosa que veía difícil. Por ello, decide regresar a sus tierras de Burgos y casarse el lunes 20 de julio de 1074 con Jimena Díaz, hija del conde de Oviedo y sobrina segunda del rey, y con quien tendrá tres hijos: Diego, Cristina y María. Sin embargo, sus tierras son demasiado pequeñas para alguien con sus pretensiones, además de que las relaciones con el rey no son del todo buenas. Algunas fuentes sostienen que el mismo rey le impedía su ascenso, otras dicen que era por el protagonismo excesivo de Rodrigo, que lo hizo caer en varias indisciplinas, lo que lo impedía. Pero las cosas le cambiarían prontamente.

Regresa al servicio del rey

En ese tiempo existían los reinos taifas, esto es, reinos musulmanes independientes que aparecieron tras la disolución del califato de Córdova (Estado unificado bajo el poder de un Califa y creado en 929 por Abdemarrán III) en 1031. Fue en uno de esos estados independientes a donde fue enviado Rodrigo por asignación directa del rey, a la importante misión de recaudar las parias, o tributos, del rey musulmán de Sevilla. La finalidad de dar esos tributos era garantizar que los cristianos, que tenían el poder militar, no les acometiesen a ninguno de los reinos taifas. Sin embargo, el reino de Sevilla y el de Granada tenían tensiones, siendo este último lugar a donde fue enviado por el rey, García Ordoñez, conde de Nájera y gobernador de La Rioja (con quien Rodrigo se había enemistado años atrás) a recaudar la paria correspondiente.
Mientras ambos estaban en sus asignaciones, Granada se lanza contra Sevilla. Al ser el tributo una forma de vasallaje, el que cobraba estaba en la obligación de auxiliar militarmente a quién las pagaba, siendo el caso que García Ordoñez ayuda a Granada. Obviamente Sevilla reclama correspondientemente lo mismo para su defensa. Este hecho evidenció una clara descoordinación en la política exterior castellana, porque, ¿qué ejército pelea contra sí mismo en conflictos ajenos? El Cid envió cartas a los invasores instándolos a retirarse. ¿Habrán sido las cartas lo suficientemente convincentes para hacerlos desistir, o cómo tenia años de no participar en una acción militar no dejó pasar la ocasión? Haya sido la razón que fuera, no obtuvo una respuesta favorable en las misivas y se vio obligado a aprestarse al combate.

Su ejército venció contundentemente al granadino en la batalla de Cabra, tomando como prisionero a García Ordoñez para después dejarlo en libertad por una muy elevada suma de rescate. Este hecho, que se consideró una humillación excesiva, afectó las relaciones de Rodrigo con Alfonso VI, porque al parecer García Ordoñez era uno de sus principales colaboradores, aun y cuando regresó a Castilla con muchas riquezas que le dio al rey. Después se retiró a sus tierras, esperando el ser nombrado conde, título al que se creía con pleno derecho pues muchos nobles con menos meritos que él ya lo eran. Para el año 1081 Rodrigo se encontraba a plenitud, tenía 35 años, una esposa a la que amaba y tres hijos sanos. Sin embargo, ese año un acontecimiento cambió para la vida de Rodrigo, llevándolo a pasar a la historia.

Se enemista con el rey y comienza una nueva vida

Ese año, Alfonso VI partió hacia Toledo para ayudar a su rey Al Qadir, de quien era protector, para sofocar una rebelión. En su ausencia, una partida de musulmanes atacó y saqueó pueblos de Soria y el castillo de Gormaz, regresando con un gran botín. Rodrigo decidió vengarse, en parte porque allí tenía propiedades, y organizó una mesnada, pero lo hizo sin la autorización del rey, llegando a tierras toledanas, a las que asoló atrozmente. Pero este hecho, por muy justificado que fuera, ponía en un aprieto diplomático a Alfonso VI que estaba obligado a proteger a Toledo si no quería romper su alianza con el musulmán, así que era vital no dejar sin castigo el ataque. En cuanto se enteró el rey, estalló contra Rodrigo, decretando su destierro, posiblemente a instancias de García Ordoñez y la nobleza. Rodrigo tenía nueve días a partir del primero de julio para partir, respetándosele sus posesiones, pudiendo dejar a su esposa e hijos en ellas. Sin embargo, este suceso genera algunas cuestiones: ¿Cuáles fueron las motivaciones exactas de Rodrigo para actuar de esa forma? ¿Sólo fue un acto de indisciplina o una acción políticamente incorrecta? ¿Intervinieron factores personales en la decisión del rey?

Sin embargo este hecho obliga a Rodrigo a hacer una nueva vida que muchos consideran como de mercenario. Partió para Burgos, donde dejó a su familia, para después ir con el conde Barcelona, siendo rechazado allí, para luego ponerse en el verano de 1081 a las órdenes del taifa de Zaragoza, Al-Muqtadir, a quien conoció en la batalla de Graus años atrás. ¿Por qué Zaragoza? Porque Zaragoza estaba lejos del área de influencia de Alfonso VI, a quien no quería enfrentar para lograr algún día su perdón. Era una relación que beneficiaba a ambos, a Al-Muqtadir le convenía Rodrigo porque era un experto soldado y conocía bien los entramados políticos, y al Cid porque así podía alimentar a los hombres que salieron al exilio con él.

Casi de inmediato entró en combate. Zaragoza fue amenazada por el monarca de Lérida, Tolosa y Denia, Al-Fagit, quien era apoyado por Sancho Ramírez, rey de Aragón y por el conde Barcelona, Berenguer Ramón II. Los dos ejércitos se enfrentaron en Almenara en la primavera de 1082, resultando ganador el zaragozano comandado por Rodrigo y capturando al conde catalán, por quien se pidió un oneroso rescate. Desde allí, Rodrigo comenzó a ser llamado por los musulmanes el Cid, el señor, agrandándose su figura.

Sin embargo, se produjo un incidente un tanto enigmático que supuso la reconciliación con Alfonso VI. El alcaide del castillo de Rueda se sublevó contra el taifa de Zaragoza y ofreció la plaza a Alfonso VI, con la única condición de que el rey en persona fuera a hacerse caso. Los castellanos, bastante confiados, fueron a recibirla, pero al entrar cayeron en una emboscada, muriendo varios nobles importantes ese día. El Monarca no iba a la vanguardia de las tropas ese día, así que pudo reagruparlas y alejarse del peligro. El Cid al enterarse acudió de inmediato con el Monarca a aclararle que él no había tenido nada que ver en el incidente. Alfonso lo recibió con los brazos abiertos, lo perdonó y lo invitó a regresar a Castilla. Parece que no le convenció del todo el perdón dado por el rey, que mejor Rodrigo regresó a Zaragoza donde permaneció varios años defendiéndola de los reinos taifas, los catalanes y aragoneses. Sin embargo las preguntas de lo sucedido siguen allí. ¿Pensó el Monarca que su perdón fue apresurado y por ello se arrepintió? ¿Sospechó que de verdad Rodrigo tuvo algo que ver ya que le servía al rey musulmán? ¿Prefirió Rodrigo permanecer por algún motivo en Zaragoza que regresar con su familia?

Comentarios

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¿Por qué existe El Gueto...?

Quienes cuentan la Historia siempre la han polarizado en buenos y malos, olvidando explicar por qué y cómo sucedieron los hechos, sacándolos de contexto y dando ninguna importancia a las razones que llevaron (u obligaron) a los personajes a actuar de cierta manera. El deseo de "El Gueto..." es presentar lo que se ha dejado de lado: los por qué, los cómo y las razones de la manera más objetiva posible para que TÚ saques tus propias conclusiones, y lo más importante: que TODOS entendamos cómo nos afectan.

Frases historicas

"Estas llaves, que lo son de las puertas que únicamente deben estar cerradas para la irreligión, la desunión y el despotismo, como abiertas a todo lo que pueda hacer la felicidad común, las devuelvo a vuestra excelencia, fiado de su celo que procurará el bien del pueblo a quien represnta".
Palabras que pronunció Agustín de Iturbide al entregarle las llaves de la capital que le habían sido dadas por el alcalde de la Ciudad, don José Ignacio Ormaechea, a su entrada a la capital de la Nueva España comandando a 16,000 hombres el jueves 27 de septiembre de 1821.