El protocolo de Kyoto, ¿realmente ha servido?






La primera vez que se habló del tema del calentamiento global fue en 1979 durante la primera Conferencia Mundial sobre el Clima. En ella se informó que el calentamiento global era por el aumento de los gases del llamado “efecto invernadero”, y se puso sobre alerta a los gobiernos de las consecuencias desastrosas que tendría en el clima si no se hacía algo. En ese tiempo los movimientos ecologistas estaban más enfocados en la problemática que representaban (y siguen representando) la energía nuclear y la lluvia ácida.

¿Pero qué es el “efecto invernadero”? En realidad es un proceso natural y bastante benéfico que permite la vida en la tierra. ¿De qué forma? Bien, el clima (y también nuestra vida misma) esta gobernada por la radiación de onda corta que nos llega por los rayos del sol. El 25% de esa energía es absorbida por la atmosfera y devuelta en forma de radiación infrarroja, el 45% es absorbido por la superficie terrestre regresando el 5%, uniéndose al 25% de la atmosfera. Sin embargo, la emisión de gases, en especial el dióxido de carbono (CO2), por parte de las naciones industrializadas provoca una capa que impide que el 5% que la tierra devuelve y debería de salir, no lo haga, alterando el proceso natural y, en consecuencia, toda esa energía de onda larga se quede aquí, aumentando la temperatura del planeta.

La preocupación aumentó cuando la ONU decretó que el año de 1987 había sido el más caluroso de la historia, e impulsó la creación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, que aglutina a miles de científicos de todo el mundo y tiene como finalidad analizar todas la investigaciones sobre el tema y divulgar los resultados para que los políticos, que son los que verdaderamente pueden hacer algo, actúen.

En 1990 se publicó en primer informe. En él se advertía que de no tomarse medidas inmediatas y contundentes, la tierra se dirigiría a un calentamiento irreversible. Esto propició que la ONU convocara a una convención en 1992, en Río de Janeiro, Brasil, donde 152 países se comprometieron a estabilizar sus emisiones de CO2. Este tratado entró en vigor en 1994, pero los mismos representantes reconocieron que los alcances de los objetivos eran insuficientes y por ello acordaron darse más tiempo para negociar un nuevo acuerdo. De estas negociaciones nació el Protocolo de Kyoto, que debe su nombre a la ciudad donde fue la cumbre en Japón, en diciembre de 1997 y firmado el día 11 de ese mes.

Este protocolo obliga a las naciones desarrolladas a reducir sus emisiones de gases que provoquen el efecto invernadero. Pero éste no sólo debía de ser efectivo sino políticamente aceptado por los países industrializados, y es allí donde viene el problema: tardó 8 años en su entrada en vigor, que fue el 16 de febrero del 2005. ¿Por qué pasó tanto tiempo? Según el acuerdo, el mínimo acordado para aplicarse era que 55 países cuyas emisiones sumaran al menos el 55% del total de los países desarrollados lo ratificaran y eso sólo sucedió cuando Rusia lo hizó.

Sin embargo, la salida de Australia (que produce el 2.1%) hace dos años supuso un duro golpe a éste, aunado a que los Estados Unidos, que producen el 36.1% de los gases contaminantes se rehúsan a firmarlo aludiendo a uno de los 3 grandes problemas que tiene el protocolo: están exentos de obligaciones las países en vías de desarrollo, como China, India (¿alguien los puede catalogar como “en vías de desarrollo”?), Brasil y México. Además, claro esta, por las enormes perdidas que tendrían sus empresas si lo firmaran. Los otros dos grandes problemas del protocolo son que esta basado en datos del ya lejano 1990 y que está limitado al periodo 2008-2012, reduciendo así su efectividad.

Sin embargo, muchas naciones se preguntan que pasará después de que termine el periodo acordado en 2012. Si bien es cierto que el presidente Barack Obama esta muy interesado en temas ecológicos, para cuando se comience a negociar otro protocolo estará envuelto en su reelección y su capacidad de maniobra se verá severamente reducida, aun y cuando entre sus proyecciones está el que para el 2016 este problema esté considerablemente resuelto.

Así que a manera de conclusión, en cierta medida si ha ayudado porque las naciones europeas y otros países si se han esforzado por aplicarlo y de no haberlo hecho las cosas estarían peor. Pero, mientras el que produce poco más la tercera de los gases contaminantes no haga algo, difícilmente estará solucionado el problema.

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"Estas llaves, que lo son de las puertas que únicamente deben estar cerradas para la irreligión, la desunión y el despotismo, como abiertas a todo lo que pueda hacer la felicidad común, las devuelvo a vuestra excelencia, fiado de su celo que procurará el bien del pueblo a quien represnta".
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