Celestina (cuento)

Se llama Celestina. Tiene 22 años. Nació en una población con mucha marginación. Cuando tenía 12 años su padre la violó, fue la primera de muchas veces que lo hizo. No sabía porque lo hacia su padre y más se preguntaba el por qué su madre no hacía nada para evitarlo, nunca los había visto, pero sin duda sabía. Cuando ella tenía 11 años, su padre, después de leer un recorte de periódico, tomó una decisión que la marcaria de por vida.

Resuelto a que su hija nunca sería una cualquiera le practico la ablación.
“Esto es para que no se vaya con otro cuando la case. Sé que en ‘muchas’ partes del mundo lo hacen. Mi hija no será una cualquiera”, le dijo al médico de un pequeño hospital cercano cuando le pagó por adelantado la operación.

A Celestina la metieron a la fuerza al quirófano y después de anestesiarla supo lo que había pasado. Su madre no decía nada y sólo se limitaba a obedecer al marido. “Mira mijita, sabes que tu padre te quiere harto y lo hace por tu bien. Tú debes de ser una muchacha respetada, es por tu bien”, le dijo cuando Celestina lloró al saber en qué consistía lo que le habían hecho. “¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué me pasa esto a mi?”, se decía en su interior. Meses después de la operación su padre la violó. Estaba borracho y como no estaba su mamá y ella era la hija mas grande, su padre descargo todos sus “instintos animales” hacía ella. Sin un menor indicio de remordimiento su padre, después que se le paso la borrachera, sostuvo relaciones con su mujer. Primero eran espaciadas, pero conforme fue creciendo y su cuerpo se convirtió en uno de mujer fueron más seguidas.
Desde los 16 comenzó a atender a los amigos de su padre que llegaban a tomar a su casa, y a soportar las faltas de respeto que le hacían borrachos los hombres que allí iban. Su padre se reía cuando su hija hacia todo el esfuerzo por evitar las manos que salían a cantaros de aquellos hombres, mientras su madre contemplaba estoicamente la escena.


Un día su madre vio como la estaba forzando su padre para violarla. En su interior sintió un coraje enorme y, harta de escuchar rumores de la gente y viendo todo, decidió atacarlo. Se lanzo hacia su esposo con lo que tenía en la mano y después de un desconcierto inicial de “Don Ramiro”, como se llama su padre, “Doña Consuelo” comienza a perder fuerza y cae al suelo. Ramiro patea a Consuelo inmisericordemente mientras los hijos ven la escena. Ya la había golpeado muchas veces, pero ésta vez es diferente. Don Ramiro irradia en sus ojos un coraje nunca antes visto. Patea a Consuelo donde sea, la jala de los cabellos, le grita de groserías, no la baja de prostituta y le dice que la va a matar. Salvador, el hijo mayor, quiere intervenir pero no puede, Ramiro con un zendo golpe en la cara lo tira y le dice que seguirá él si no le para. Celestina llora amargamente mientras todo su cuerpo le duele de los golpes que su padre le dio por no acceder a semejante bajeza. Consuelo al principio grita y llora, pero poco a poco no se oye nada, más que los golpes y los improperios de Ramiro. Enardecido de cólera grita que los matara a todos. “¡Si, a todos!”, grita con fuerza. Sólo termina cuando se cansa. Celestina llora, Salvador también llora, Ramiro se sienta mientras jadea del esfuerzo, Consuelo no se mueve, no expresa nada, esta inerte.


Don Ramiro se sale de su casa sin decir palabra. Salvador y Celestina van con su madre. Celestina toma de la cabeza y nota algo extraño, no respira. La mueve con fuerza para saber si está viva pero no hay reacción. Una lágrima comienza a rodar en sus mejillas todavía de adolescente, sabe que su madre murió, sólo la abraza y llora. Llora amargamente. Abraza a su madre con todas sus fuerzas y grita de dolor. Salvador se queda viendo la escena un rato, hasta que reacciona y dice:
“El mendigo desgraciado de mi padre me las va a pagar… ¡lo mato, si lo mato!”, grita un consternado Salvador, mientras corre a tras su padre, sabe que estará con uno de sus amigos, específicamente Miguel, donde juegan domino muchas horas los viernes. Sin embargo ese día no están jugando, oyen el relato de Ramiro, de cómo mató a su mujer.

Cuando llega, su padre dice muy seguro de sí: “¿Qué acaso me vas a matar? ¡Ándale, si, la mate! ¿Y? no servía para nada excepto para hacer hijos. Ya tuve suficientes con ella. O que, ¿acaso crees que son los únicos hijos que tengo?”, le dice mientras lo mira fijamente.
“¡Te voy a matar!”, grita un Salvador furioso.
“¿Con que arma? Yo siempre la traigo”, dice retadoramente Ramiro.
Salvador no soporta eso lo que acaba de decir y se lanza sobre su padre pero es detenido por los amigos de su padre. “¡Cálmate chava! –Dice Miguel- tocas a tu padre y te la ves conmigo”. Salvador no oye nada, su ira es más grande que nada. No importándole se lanza con más furor hacia Ramiro pero una navaja encajada en su abdomen lo para, Miguel lo hizo, lo amenazó y lo cumplió.


Su dolor es enorme, y más al ver que su padre no hace nada por ayudarle. Todos le ven caer y nadie le ayuda. Balbucea algunas palabras y muere. Ramiro sólo lo ve, pero su orgullo de “macho” le impide llorar frente a sus amigos y hacer algo por su hijo. “Lo hice por su bien compadre –dice Miguel- si no, lo perdíamos para siempre”, mientras lo toma del hombro.
“Está bien compadre, lo sé. Gracias”, dice mientras toca la mano de Miguel que está en su hombro.
Llega la policía y dan la versión de que Salvador lo quería matar y fue en defensa propia. Al principio no le cree la policía, pero después de hacer “una vaquita” de cinco mil pesos, cambian de opinión. “Así lo reportaremos”, dice uno de los oficiales.


Ramiro regresa a su casa y ve todo vacio, no hay ningún cuerpo de su mujer ni está su hija. No sabe qué hacer, desesperado regresa con sus amigos, que ya se enteraron de que su hija fue a denunciarlo. De inmediato corren al palacio municipal, donde su hija rinde declaración. Lo ve y grita:
“¡Ese es! ¡Él asesinó a mi madre!”, grita con todas sus fuerzas Celestina.
Los amigos de Ramiro van con el ministerio público al que también sobornan. Este decide no seguir tomando declaración porque, según dice, los testigos que presentó Ramiro la contradicen en todo.
“¡Pero ellos nunca estuvieron allí, créame!”, dice una Celestina impotente.
La negativa de ministerio público a seguir con la declaración hace que se suelte en llanto.
“¡No es justo! ¡Él la mato… Es un asesino!”, grita.
El ministerio público se le acerca y le dice: “¿Algo en este mundo es justo? Niña, mejor no sigas porque te puedo condenar a ti al titular de menores”, dice fríamente.
Todos los sentimientos del mundo le vienen a la mente de Celestina. No sabe que pensar, piensa en todo y en nada. Piensa en cómo le ira cuando regrese a su casa. “Ya sé, dice, lo acusare por violarme”.
“El me viola”, dice segura de sí misma. Un silencio invade el lugar, nadie dice nada. Ni un respiro se escucha. “Que me hagan un examen”, agrega. Su padre pasa saliva con mucha dificultad, se nota su nerviosismo. Sin embargo, el ministerio público dice: “Niña, te dije que no levantaras falsos. El nunca te violó y tu madre se cayó y se desnuco. ¿Entendido?”, dice mientras la ve fijamente a los ojos y agrega:”No te quiero mandar al consejo tutelar de menores”.
“Pues allí estaré mejor”, contesta.
“No sabes ni lo que dices niña…ándale, vete de aquí, no te quiero ver”.
Celestina no sabe qué hacer, está acabada. Era su última carta y falló, todo se vino abajo. Sale sin derramar una lágrima, no puede ni hacer eso. Siente que no pisa donde anda, nada es real, piensa que todo es un sueño.
Cuando sale, el ministerio público le dice a Ramiro: “Son diez mil más por esto. ¿Te quedo claro?”. “Sí”, contesta Ramiro.


Ramiro llega a su casa y no oye nada, piensa que se fue, pero no es así. Celestina no tiene a donde ir. Durante meses no le habla a su padre, lo único bueno es que ha dejado de molestarla. ¿Por cuánto tiempo?, se pregunta. Va con frecuencia a ver a una tía lejana que la quiere mucho. Cada vez que va, su tía le peina su larga cabellera negra y le dice lo bonita que es.
“Seguramente muchos muchachos te buscan”, dice. Celestina sólo se queda callada, su tía no sabe que su padre no deja que la busquen, ni siquiera que se acerquen. Sueña con un día encontrar a un hombre que la ame, la cuide y la haga feliz. Le gusta ir con su tía Susana porque cuando regresa el mundo lo ve lindo, bonito, todo está bien. Es su escape, su droga.

Como cada vez son más frecuentes sus idas por allá, con Susana, un joven de 20 años la comienza a observar, sabe a qué hora llega y por donde llega, así que se pone en la esquina y la espera. Sólo la ve. Ella ya se dio cuenta y cada vez que pasa cerca de él, se agacha. Pero con la frecuencia al pasar Andrés decide sonreírle, no pierde nada, piensa. Uno de tantos días que la ve, le sonríe. Ella le regresa la sonrisa. Así pasan las semanas y hasta que al fin decide acercarse y saludarla.
“¡Hola!”, dice con una gran sonrisa, pero nervioso por la ocasión.
“Hola”, contesta ella.
“Me llamo Andrés, vivo a dos cuadras de aquí, y…como siempre te veo que sales algo tarde de esa casa azul, pues…quiero llevarte a tu casa. Una joven tan bonita no debe de irse sola”, dice con seguridad externa pero con unos nervios locos por dentro.
“Mmm…no lo sé…mi padre me regañara si te ve que me acompañas”, dice con unos ojos de ternura.
“No importa, te dejo una o dos cuadras antes de que llegues a tu casa”, dice insistentemente.
“Está bien, pero sólo por hoy”, advierte Celestina, cuando por dentro está sumamente nerviosa y emocionada.
“¿Cómo te llamas?”, pregunta Andrés.
“Celestina”, contesta.
“¡Qué bonito nombre!”, grita efusivo.
“Gracias”, contesta, mientras agacha la cabeza.


Todo el trayecto es en completo silencio. Una cuadra antes de llegar, la deja Andrés. “Cuando vuelves a ir con…”
“Mi tía, es mi tía”, responde.
“Con tu tía…”, aliviado.
“No sé, tal vez nunca”.
Andrés no lo cree. “¿nunca? ¿Dijo nunca?”. Su corazón late con fuerza.
“No es cierto, en la semana, pero no sé cuando”, agrega Celestina con una ligera sonrisa.
“Está bien, esperaré”, dice más calmado Andrés.


Así pasan las semanas, nada más que ahora ya la deja más cerca de su casa. Hasta que un día, Andrés le roba un beso. Celestina se queda sin decir nada, sólo entra rápidamente a su casa y se va directo a su cuarto, donde está más feliz que nunca, nada ni nadie le quitará esa felicidad, al fin y al cabo su padre tiene mucho tiempo que no la molesta.

Sin embargo, Ramiro ya se dio cuenta de todo. Esta agazapado, esperando el momento de actuar. Ese día llega. Los sorprende besándose. La jala de su pelo y al mete su casa mientras le grita cualquier cantidad de improperios a Andrés.
Dentro le dice:“¡Eres una vil y baja prostituta! Ni tu madre era tan sucia como tú”, grita mientras los celos le corroen. Le pega y la quiere de nueva cuenta violar. No se deja, grita con desesperación. Andrés no se ha ido, oye los gritos y busca la manera de entrar. Rompe un vidrio y entra. Sube a donde están los gritos y observa la escena: Ramiro la tiene de rodillas mientras le jala el pelo y la golpea con todas sus fuerzas, mientras le intenta quitar la ropa.
Un coraje indescriptible se apodera de Andrés, y con lo primero que toma, unas tijeras, apuñala a Ramiro. Este, sin embargo, hace un gran esfuerzo por intentar si quiera golpearlo, pero no puede, muere. Celestina llora. Andrés la abraza mientras le dice que todo saldrá bien. “Tenemos que huir, los amigos de mi padre se darán cuenta de todo y te mataran”, dice entre sollozos.


Huyen con enorme rapidez, se van lejos, muy lejos. Allí rehacen su vida. Ella es inmensamente feliz, nada los separara, nunca más sufrirá vejaciones. El la ama, está segura, aun y cuando le explicó lo que le hicieron y él no tuvo problemas en aceptar todo, al contrario, la comprendió.”Te amo”, le dijo.


Sin embargo, hoy, en arrebato de celos por su alcoholismo, Andrés la mató.

Comentarios

  1. Un final muy abrupto, pero sorprendente.

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  2. nnnooo el chico cm q era re bonito y tenia coraje porq la mata no ubiera sido mejor ..y vivieron felices por siempre.....cursi pero lindo

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¿Por qué existe El Gueto...?

Quienes cuentan la Historia siempre la han polarizado en buenos y malos, olvidando explicar por qué y cómo sucedieron los hechos, sacándolos de contexto y dando ninguna importancia a las razones que llevaron (u obligaron) a los personajes a actuar de cierta manera. El deseo de "El Gueto..." es presentar lo que se ha dejado de lado: los por qué, los cómo y las razones de la manera más objetiva posible para que TÚ saques tus propias conclusiones, y lo más importante: que TODOS entendamos cómo nos afectan.

Frases historicas

"Estas llaves, que lo son de las puertas que únicamente deben estar cerradas para la irreligión, la desunión y el despotismo, como abiertas a todo lo que pueda hacer la felicidad común, las devuelvo a vuestra excelencia, fiado de su celo que procurará el bien del pueblo a quien represnta".
Palabras que pronunció Agustín de Iturbide al entregarle las llaves de la capital que le habían sido dadas por el alcalde de la Ciudad, don José Ignacio Ormaechea, a su entrada a la capital de la Nueva España comandando a 16,000 hombres el jueves 27 de septiembre de 1821.