"El viento de la libertad desde Polonia", la revolución húngara de 1956




Nikita Kruschev inició en 1953 la llamada “desestalinización”, que no era otra cosa que condenar el estalinismo como forma de gobernar e implicaba una política menos autoritaria, restablecer la legalidad (entiéndase el fin de las purgas) y darles ciertas libertades a los países satélites de la URSS, creando un clima más distendido. Uno de los momentos más importantes y que hizo pública esa condena a Stalin, fue en el XX Congreso del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) que estatutariamente no podía celebrarse antes del mes de octubre de 1956 pero dada la muerte de José Stalin, Kruschev se puso de acuerdo con los líderes de PCUS para hacerlo seis meses antes, el 24 y 25 de febrero de 1956. En él, Kruschev condenó, no sin ciertas reservas y limpiándose las manos, “del despotismo de Stalin, el criminal asesinato, las violaciones masivas y actos brutales de violación de la legalidad socialista, actos masivos de abusos, brutales arbitrariedades, monstruosas falsificaciones de casos, prolongadas torturas, confesiones arrancadas a la fuerza, miles de ejecutados sin juicio, la más brutal tortura y opresión”. Y resumió así el discurso: “Si no decimos la verdad en el Congreso, nos veremos en la obligación de decirla en el futuro y entonces posiblemente no seremos quienes hagamos el discurso; no, entonces seremos los que estén bajo investigación”. Cuando Kruschev terminó, una larga ovación, con todos los asistentes de pie, le siguió. Así, el Politburó demostraba su intención de limpiarse de las atrocidades de Stalin y parecía dar muestras de que las cosas serían distintas, por lo menos de inicio.

Polonia, la primera prueba

Después del discurso, los países satélites respondieron de forma distinta, siendo en Polonia donde más rápido se intentaba poner en práctica ese relajamiento de Moscú y donde los efectos fueron más palpables, por lo menos de inicio. Bosleslaw Bierut, presidente de esa nación, murió de un infarto después de leer el discurso. Además, Wladyslaw Gomulka, quién había sido destituido en 1948 como secretario general del Partido Obrero Unificado (el brazo de Moscú) y encarcelado en 1951, acusado de titoísmo y desviacionismo nacionalista, fue rehabilitado el 6 de abril de 1956, porque su prisión “no tiene justificación legal”. También se excarceló a 30,000 presos, de los cuales 4,500 eran políticos, y se redujeron las penas de 70,000, dándose por hecho que lo que había declarado el primer ministro Cyrankiewitz el 6 de mayo era posible. Dijo: “Estamos en el umbral de un nuevo proceso histórico de democratización de nuestra vida política y económica”. Todo parecía indicar que sí. Sin embargo, las cosas se fueron saliendo de control. El 28 de junio en Poznan, 15,000 obreros de la fábrica de de vagones de ferrocarril se manifestaron pidiendo pan, libertad y al comunismo fuera del gobierno, hecho que desembocó en la muerte de 53 personas, más de 300 heridas y 323 detenidas, esto debido a que multitud intentó tomar la comisaría de policía. Los soviéticos vieron con preocupación lo que estaba sucediendo en Polonia y decidieron tomar acción, siendo el primer paso el envío de tropas para tomar el control de los centros urbanos; el propio Kruschev arribó a Varsovia el 19 de octubre de ese mismo año para hablar con el seno del Partido Comunista, sorprendiéndose de que Gomulka había sido elegido secretario del partido al margen de Moscú, pero no haciendo nada por removerlo del cargo porque las cosas se habían tranquilizado en Polonia. El primer desorden había sido sofocado.

En Hungría, los acontecimientos de Polonia animaron a los sectores liberales que no pertenecían al partido comunista a buscar una apertura en un sentido más amplio, retomando como base las políticas liberalizadoras que Imre Nagy intentó implantar en 1953, y que ocasionaron que fuera destituido en 1955 de la dirección del Partido de los Trabajadores (comunista) y expulsado del mismo, siendo sustituido por un Mátyás Rásoki, más afín a Moscú. En julio de 1956 Rásoki fue destituido de la dirección de Partido por Ernö Gerö, apoyado por Janos Kádár y estalinistas templados, quienes pusieron en marcha algunas reformas, siendo la más notoria la rehabilitación a la vida pública a las víctimas de las purgas estalinistas. Pero la muerte de Laszlo Rajik (ejemplo perfecto de esas purgas) en octubre llevó a un deseo intenso de cambio.

Comienza el otoño húngaro

El 23 de octubre de 1956, en la Universidad Técnica, una pacífica manifestación estudiantil convocó a 150,000 personas y abrió una dinámica distinta, llevándola a una vorágine de resultados imprevisibles para todos. En ella, liberales, demócratas, comunistas, anticomunistas, socialdemócratas y hasta nostálgicos del autoritarismo de Horty, desfilaban codo a codo en una comunión impulsada por los más recónditos sentimientos de nacionalismo nunca antes visto. Las circunstancias parecían favorables, la situación tan oscilante que vivía Hungría permitía una prensa libre, donde todos podían opinar y cuestionar al sistema, y lo sucedido en Polonia mostraba que se podía enfrentar a la URSS sin poner en riesgo al país. La manifestación se dirigió al Parlamento y, allí, el grito de “¡Nagy al poder!” resonaba en toda la plaza, donde los líderes estudiantiles platearon sus exigencias: Nagy al poder, la marcha de los soldados soviéticos, libertad de prensa y de expresión, supresión del partido único y comicios multipartidistas, abandono del Pacto de Varsovia, libertad a todos los presos políticos y liberación de la dependencia de la Unión Soviética.

Un Gerö molesto, criticó a los manifestantes. Por ello, el Comité Central del partido pidió a Nagy que interviniera para calmar los ánimos, éste apeló al respeto al orden constitucional y a la disciplina, y sin abordar las demandas aperturistas de los manifestantes, retomó su discurso de tres años atrás, para desilusión de muchos, que vieron cómo su líder no daba ese golpe de timón que ellos pedían. Esto propició que muchos se sintieran desolados. ¿Por qué no quiso Nagy defender las demandas que le pedían? Primero que nada hay que recordar que él no era un reformista liberal como tal, más bien era un comunista que quería cierta apertura controlada por el Estado, por ello, aunque muchos no comulgaban con sus ideas, lo veían con el único capaz de aglutinar a todo el país, por eso fue seguido.

El derribo de una estatua de Stalin y las banderas con un agujero en el centro, cortando los símbolos comunistas, radicalizó las posturas. Tanto que muchos manifestantes, los más radicales, se dirigieron a Radio Magiar para tomarla y difundir un comunicado, pero fueron detenidos por la policía de seguridad, la odiada AVO, quienes dispararon a la multitud, aportando los primeros muertos de la revuelta. Éste hecho provocó que durante la noche una fábrica de armas fuera asaltada por agitadores que de facto se convirtieron en combatientes. La situación se salía de control, por ello el Comité Central le pidió a Nagy que formara un gobierno, que sustituyera al de Gerö.

Pero la mañana del miércoles 24 de octubre los tanques soviéticos hicieron su aparición en Budapest, donde fueron enfrentados, en una desigual lucha con armas ligeras y cocteles molotov, por focos de resistencia que después se constituyeron en comités obreros revolucionarios, dando como resultado la muerte de 25 personas ese día. El 25 fue el más sangriento. Ese día, mientras Gerö era sustituido por János Kádár, entre sesenta y cien personas murieron en por disparos efectuados desde el edificio del Ministerio de Agricultura. No se sabe quién efectuó los disparos, pero se cree que fue la temida AVO o bien los mismos soviéticos que buscaban evitar que sus tropas confraternaran con los húngaros, como estaba teniendo lugar ese día.

Los enfrentamientos duraron un día más, logrando que se inutilizaran treinta tanques, lo cual representaba el mejor símbolo de la victoria de la voluntad de un pueblo contra la fuerza bruta, y fomentó una actitud heroica, que cayó en romanticismo, dándole una fuerza que atraía igual a adultos, jóvenes, aprendices de fabricas y talleres, quienes junto con los obreros veían como una misión histórica el convertirse en “luchadores de la libertad”. Aunque no faltaron los que aprovechando la ocasión se dedicaran al robo y al vandalismo. No obstante, la ciudad en general apoyó el movimiento.

La huelga general fue declarada en minas, fábricas y talleres de todo el país, creándose en ellos los consejos obreros; los campesinos, que se solidarizaron con el movimiento, garantizaron el abasto de comida en las ciudades alzadas. Las estaciones de radio que habían sido tomadas (o liberadas, depende la óptica) impusieron la formación de un Consejo Obrero. El país se vio envuelto en una purificación. Todos los símbolos relacionados con los URSS eran desplazados, desde las estrellas rojas, placas conmemorativas y monumentos, aunado a que bandera del país, que ondeaba en todos lados, tenía un agujero en la parte central que demostraba que los insurrectos repudiaban todo aquello que se relacionara con la dictadura.

El inicio estudiantil del movimiento dio paso a una presencia cada vez mayor del proletariado, yéndose a un extremo que los mismos reformistas del partido no podían controlar porque sus demandas iban más allá de lo deseado por el gobierno debido a que no sólo pedían cortar el vínculo con la URSS, si no también iban sobre el mismo gobierno, lo cual ya representaba un peligro cada vez mayor. Por ello fueron enviados desde Moscú Anastas Mikoyan y Mijail Suslov para recomponer la situación. El día 27 Nagy formaba un nuevo gobierno con muchos políticos de peso de la era precomunista, y declaró un alto al fuego, mientras el 28 Gerö parte junto con otros del ala dura a Moscú.

Estalla Budapest

Lo sucedido el día 30 siendo resultó ser decisivo para la forma en cómo se terminaron desarrollando las cosas. Primero que nada, Nagy declara el fin de partido único, desaparecía a la odiada AVO y declaraba amnistía para los que había participado en la revuelta; las tropas soviéticas salen de Budapest y el Kremlin declara que respetaría la independencia y soberanía de Hungría y, por último, asesinan públicamente a varios miembros de AVO que fueron capturados cerca de la central del Partido Comunista, imágenes que fueron captadas por la revista Life, dándole la vuelta al mundo y siendo un factor que manchó la imagen del movimiento. Por otro lado Nagy no podía controlar las cosas porque era claro que el movimiento no era sólo de una autorreforma al sistema, si no una autentica revolución social que cambiaba drásticamente las bases del país, esto aunado al desbordamiento de la violencia que sacó a relucir un fascismo brutal, así como brotes de antisemitismo y apoyos descarados de la dictadura. Lamentablemente el deseo de libertad sólo provocó que muchos creyeran promesas de imposible cumplimiento y comenzaran a cuestionar a Nagy, tachándolo de traidor y asesino del pueblo.

Si bien Nagy representaba la única voz sensata y Gyorgy Lukas daba prestigio a nivel internacional, la realidad era que el gobierno, contrario a lo que parecía, tenia cada vez menos margen de maniobra. Pero para la población fueron jornadas de euforia, pensaban en el promisorio futuro de una Hungría libre. El 1 de noviembre Nagy anuncia que Hungría se sale del Pacto de Varsovia. Hecho que provocó que las alarmas en Moscú se prendieran totalmente porque no podían soportar que uno de sus países satélite se saliera de su control, porque otros le podrían seguir, minando el poder de la URSS. Siendo su sentencia de muerte al movimiento. Esa noche las cosas parecía regresar a la normalidad: las calles estaban tranquilas, se restablecía el orden público y los escombros eran retirados de la calle, los consejos obreros aconsejaban a la población a regresar a sus labores y los partidos políticos intentaban reorganizarse. Ese mismo día, Kádár viaja a Moscú en secreto para recibir órdenes, en tanto las tropas soviéticas, que sólo se habían ido de Budapest, se apostaban en la parte oriental de país. El día 3, el cardenal primado Jozsef Mindszenty, que había recuperado su libertad días antes, habló por radio. Sin embargo su discurso tan esperado no respondió a las expectativas. No respaldo a los reformistas y sólo se limitó a pedir que las cosas volvieran a la normalidad, demostrando su poco espíritu democrático. Las autoridades esperaban que los respaldara el cardenal para así tener un refuerzo moral que les permitiera responder a las exigencias de la gente, y a su vez tranquilizar a Moscú. Pero sólo las excesivas concesiones a los consejos obreros lograron tranquilizar las cosas.

Ese mismo día Nagy formaba su último gabinete, y consciente de la situación se apresuró a intentar calmar a Moscú diciéndole que no habría restauración del capitalismo y que mantendría las conquistas de comunismo, pero dentro de unas bases democráticas. Así mismo le notificó a ONU que más tropas soviéticas se internaban en el país, y para ello mandó al prestigioso general Pal Maleter a Tököl para negociar un acuerdo con los soviéticos. Pero apenas éste llegó fue arrestado. La URSS no quería tener riesgos, la intervención era un hecho. Para esto creó un gobierno “revolucionario obrero y campesino” que comandaría Kadar y que fue formado en Szolnok que pedía la intervención de la URSS para controlar la situación.

Al amanecer del 4 de noviembre, 19 divisiones y 200,000 soldados penetraron en Budapest, aplastando la revuelta. Nagy, que había denunciado por radio la invasión, se refugió en la embajada de Yugoslavia y Mindszenty lo hacía en la de los Estados Unidos. Las emisoras no dejaron de llamar por auxilio a las naciones occidentales, ayuda que nunca llegó. La esperanza se moría. Diez días fueron suficientes para sofocar el levantamiento que dejaba una estela de 3,200 muertos aproximadamente (700 soldados soviéticos y unos 2,500 húngaros, entre civiles, militares y policías de los dos bandos). Hubo aproximadamente 13,000 heridos, de los cuales 11,500 sólo en Budapest. En tanto en Austria, 200,000 húngaros, el 2% de la población, optaron por convertirse en refugiados.

¿Por qué fue invadida Hungría? Primero que nada hay que recocer que bien pudo haberse invadido de inicio, al más puro estilo de Stalin, pero ahora las cosas eran diferentes porque el mismo Kruschev promulgaba una desestalinización y mostraba más flexibilidad. Sin embargo la revuelta no la esperaba nadie, por ello el desconcierto inicial del Kremlin. Era una prueba muy grande para esa flexibilidad que decía tener Moscú y suscitaba la interrogante de hasta dónde debía de permitir la autonomía o intervenir para evitar que se propagara. Kruschev no pudo dormir bien esos días y consultó a todos los dirigentes del Kremlin, a Josip Broz (Tito) y a Mao Zedong, éste ultimo un tanto renuente a la intervención, pero el asesinato de los miembros de AVO respaldó a Moscú. También, la situación era poco clara en Budapest, tanto que Kruschev llegó a decirle a Vyacheslav Molotov (antiguo ministro de exteriores con Stalin) que en Budapest “no hay liderazgo sólido, ni el partido ni en el gobierno. La revuelta se ha extendido a las provincias y sus tropas (las de Hungría) pueden pasarse a los rebeldes”. Para el 31 ya tenía la decisión. Comentó: “Hay que tomar la iniciativa y restaurar el orden en Hungría. Si abandonamos Hungría, los imperialistas estadounidenses, ingleses y franceses se animarán. No tenemos otra elección”.

¿Y Occidente?

Bien, gracias. Si bien la estadounidense Radio Europa Libre proclamaba con insistencia a la revuelta e instruía en el uso de cocteles molotov y tácticas guerrilleras, ilusionando a los rebeldes de la victoria y de una posible ayuda, realidad distaba de ello. Francia y la Gran Bretaña estaban más interesadas en la intervención a Egipto por haber éste nacionalizado en Canal de Suez en julio de ese mismo año y afectado grandemente sus intereses económicos, que buscar una solución al problema húngaro. En tanto, los Estados Unidos estaban más abocados en sus elecciones, donde los republicanos buscaban afanosamente la reelección con la fórmula Eisenhower – Nixon, y aunada a la delicada salud de Eisenhower, sólo se limitaron a condenar la actuación soviética pero asegurándoles por vía diplomática que no intervendrían.

Algo sí quedaba claro: nadie quería romper en orden establecido en Yalta. La situación húngara sólo era una muy molesta situación que afectaba el clima de distención que se había establecido a la muerte de Stalin. Además, de esta forma Estados Unidos respondía a la no intervención de la Unión Soviética en el Canal de Suez, y se respetaba la división de Europa en dos grandes zonas de influencia. Ese acuerdo tácito mostraba al mundo que los intereses de las dos superpotencias estaban por encima de los intereses de las otras naciones, demostrando que la Guerra Fría tenía diferentes matices y se podían acumular muertos mientras ellos no se molestaran directamente.

Así la cosas, en Hungría, el gobierno de János Kádár lanzaba una masiva venganza donde más de 100,000 personas murieron (en su mayoría internados), 25,000 fueron condenados a diversas penas (algunos dicen que 22,000) y hubo 250 ejecutados. Las cosas no se tranquilizaron sino hasta el año siguiente. En junio de 1958, un inocente Nagy se entregaba esperando recibir un trato justo, sólo recibiendo la muerte como respuesta. Las ejecuciones de Maleter y sus colaboradores, y el haber hecho a un lado a Rákosi y Gerö, le permitieron a Kádár sostenerse en el poder hasta 1988.

Lo sucedido en Hungría, que ha sido catalogado como sublevación popular, contrarrevolución o revuelta anticomunista, rebelión nacional contra la opresión extranjera, levantamiento antiestalinista pero no comunista e incluso guerra civil, fue un reto directo no sólo a la Europa existente, si no al mundo de la época. Reto que no fue soportado y que todavía nos debe muchas explicaciones.

Comentarios

¿Por qué existe El Gueto...?

Quienes cuentan la Historia siempre la han polarizado en buenos y malos, olvidando explicar por qué y cómo sucedieron los hechos, sacándolos de contexto y dando ninguna importancia a las razones que llevaron (u obligaron) a los personajes a actuar de cierta manera. El deseo de "El Gueto..." es presentar lo que se ha dejado de lado: los por qué, los cómo y las razones de la manera más objetiva posible para que TÚ saques tus propias conclusiones, y lo más importante: que TODOS entendamos cómo nos afectan.

Frases historicas

"Estas llaves, que lo son de las puertas que únicamente deben estar cerradas para la irreligión, la desunión y el despotismo, como abiertas a todo lo que pueda hacer la felicidad común, las devuelvo a vuestra excelencia, fiado de su celo que procurará el bien del pueblo a quien represnta".
Palabras que pronunció Agustín de Iturbide al entregarle las llaves de la capital que le habían sido dadas por el alcalde de la Ciudad, don José Ignacio Ormaechea, a su entrada a la capital de la Nueva España comandando a 16,000 hombres el jueves 27 de septiembre de 1821.