Teutoburgo, el Imperio ha sido golpeado




“El templo de Marte en campo de su nombre fue herido por un rayo (…), las abejas montaron sus panales en los altares de los campamentos militares”. Estos prodigios, que para muchos eran válidos, generaron terror entre los romanos que creyeron ver venir en éstos la primera de muchas desgracias, máxime porque el Imperio había sufrido la derrota más grande de su historia en el año 9 EC: Teutoburgo.

Ubicado en una zona boscosa en Germania, hoy Alemania, y cerca de la actual Kalkriese, Teuteburgo fue el escenario donde se enfrentaron Quintilio Varo que comandaba las legiones romanas y Arminio las germanas, y que no sólo enfrentó a dos naciones, sino también dos mundos totalmente distintos.

Roma se expande

Al poco de llegar al poder, Augusto deseaba extender las limes, frontera, del Impero Romano en Germania más allá del río Rin, que era donde llegaban, y llevarlas hasta el río Elba con la intención también de extenderlas al norte del Danubio para de esa forma hacer una especie de pinza que no sólo le permitiría obtener territorios, riquezas y subiditos, sino también poder controlar más fácilmente la frontera. El plan era vasto e integral, ya que el objetivo consistía en someter al nuevo territorio mediante combinar la dura represión con negociaciones, soborno y persuasión. De esta manera lograba aliarse con unas tribus, a cambio prebendas y recompensas, para luchar contra las más levantiscas y, así sometidas, sus aliados quedaban más sujetos a Roma. Claro, no sin antes infligir a los rebeldes a castigos. Roma era maestra en las campañas de gran índole y exitosas, como habían sido las de Hispania y Galia.

El primer intento se dio en el año 16 a.EC donde la V legión se enfrentó a una coalición de pueblos germanos, siendo los primeros derrotados. Pero Roma no se quedó con los brazos cruzados ya que entre los años 12 y 7 a.EC tuvo una serie de campañas exitosas de Druso y Tiberio, que le permitieron instalar campamentos permanentes en el interior de Germania. Cuando Roma alcanzó el Elba, consideró sometido el territorio, de modo que sólo efectuaba incursiones en la primavera a recaudar tributos, renovar o establecer pactos de alianza o castigar a los rebeldes si era preciso. Pero el objetivo no sólo era obtener aliados, sino también tomar como rehenes a muchos de los hijos de los jefes germanos más importantes para llevárselos a Roma, con la intención de hacerles ver las ventajas y bondades del Imperio y de esta forma convencerlos de ser sus aliados permanentemente. Uno de éstos, hijo del jefe de los queruscos, quien encabezaba un grupo de tropas auxiliares, había adquirido la nacionalidad romana y adoptado el nombre de Cayo Julio Arminio

En el año 7 EC, Publio Quinto Varo es nombrado gobernador de Germania. Varo ya había probado su capacidad como gobernante cuando sirvió en Siria y Palestina, donde sofocó una revuelta judía a la muerte de Herodes el Grande. Para el año 9 EC decide iniciar una campaña de sometimiento cruzando el Rin para adentrarse al país. Comandaba tres legiones, la XVII, la XVIII y la XIX, además de seis cohortes (unidad táctica de diversas composiciones) y tres unidades de caballería. Sin embargo Varo cometió un craso error: pensó que los germanos eran iguales a los sirios, judíos y palestina. Cohesionadas culturalmente desde hacía siglos por los griegos, estas naciones estaban sometidas a Roma desde hacía más de setenta años; además, su economía gozaba prosperidad ya que al estar enclavadas en el Mediterráneo habían podido establecer alianzas comerciales que les permitían pagar a Roma los tributos con cierta solvencia, cosa que aceptaban con normalidad. En cambio, los germanos no eran así. Pobres, sin comercio y sin un verdadero contacto con el mundo clásico de la época, no veían que beneficios les produciría rendirle cuentas a Varo. Por ende, estaban poco dispuestos a someterse política y económicamente a aceptar la romanización forzosa que se les quería imponer.

En otoño de ese año 9 EC Varo decidió regresar a la zona controlada por Roma a pasar el invierno, pero una revuelta de última hora lo obliga, a pesar del largo camino y las complicaciones del terreno, a desviarse para controlar la situación, pese a ir con los 20, 000 hombres que invernarían y las demás personas que dependían de ellos. El avance era lento y difícil, pero Varo confiaba plenamente en la disciplina y profesionalidad de las legiones, además de no temer un ataque de parte de los germanos, ya que en 25 años no habían perdido una sola batalla contra ellos. Pese a recibir avisos de líderes queruscos, incluidos varios familiares, de que un aliado de Roma estaba urdiendo una coalición de pueblos que lo atacaría por sorpresa, Varo los desestimó, ya que confiaba plenamente en él. ¿Su nombre? Arminio.

La sorpresa

Después de su estancia en Roma, Arminio había regresado a ejercer la jefatura de su tribu, convirtiéndose en cabeza de un grupo de tropas montadas auxiliares romanas, y nada indicaba ningún viso de rechazo al Imperio, de allí la seguridad de Varo. Arminio conocía las legiones romanas y estaba consciente que un enfrentamiento con ellas en terreno abierto y llano era una derrota segura, esto debido a su despliegue y preparación, pero también sabía que cuando estaban en plena marcha en caminos estrechos y en caravana eran sumamente frágiles, por eso, si quería ganar, tenia que se en una emboscada, por sorpresa y en terreno favorable para sustituir la inferioridad militar de sus hombres.

La marcha inicialmente se había hecho con todas las medidas de seguridad. Los exploradores cuidaban la vanguardia y la retaguardia, además de los flancos derecho e izquierdo, esto debido a que al ser una zona boscosa el ataque podía venir de allí. Las legiones tenían que pasar por un espeso bosque con una pendiente, por eso, Varo envió un grupo de exploradores, estos tenían que ser un grupo grande y de fidelidad absoluta para evitar sorpresas, pero la mayoría de los hombres elegidos para llevar a cabo la misión eran tropas auxiliares germanas controladas por Arminio. Craso error.

De repente, las tropas auxiliares germanas desertaron, dejando a las legiones romanas a mitad del camino, sin ojos ni oídos para advertirles cualquier cosa pasara. Pese a ello, Varo siguió avanzando. Mientras caminaban por unos senderos que tenían a su izquierda el bosque de Teutoburgo y a la derecha un pantano, fue el momento elegido por Arminio para atacar. Durante dos días fueron atacados con venablos (dardos) y piedras, árboles cortados y arrojados a medio camino para impedir el paso. Los romanos no se podían organizar a la defensiva por el atosigamiento continuo que los desgastaba física y psicológicamente, obligándolos a tener que dejar buena parte de los carros con suministros, siendo la única opción el seguir avanzando sin internarse en el bosque sabiendo que de hacerlo morirían.
Algunas fuentes sostienen que una fuerte tormenta les afligió, cosa que de ser cierta les aumentó las penalidades, ya que durante esos dos días apenas pudieron montar sus campamentos defensivos y tuvieron que permanecer en vigilia permanente, debilitándolos más.

Al tercer día se produjo el enfrentamiento. En paso de la actual Kalkriese, estrecho y rodeado de pantanos, fue el lugar que eligió Arminio para recibir a las desperdigadas legiones romanas que, incapaces de presentar batalla por el agotamiento y falta de espacio para maniobrar, aunado a que los queruscos habían levantado un terraplén que les impedía seguir avanzando, tuvieron que hacer frente no sólo a Arminio delante sino también a las tropas que durante dos días los hostigaban y que llegaron por detrás. Se encontraban en un callejón sin salida. En la batalla cuerpo a cuerpo murieron miles, siendo unos pocos los sobrevivientes que intentaron sin éxito cruzar la barrera que los queruscos instalaron, y los que pudieron hacerlo encontraron la muerte por abatimiento, en los pantanos o a manos de animales salvajes, sólo unos cientos lograron salvarse, entre ellos el centurión Casio Querea con apenas un centenar de soldados. Querea pasaría a la posteridad como el asesino de Calígula.

Fue tan dura la situación que Varo prefirió suicidarse. Los queruscos no hicieron prisioneros ya que a los que capturaron vivos fueron cruelmente torturados y ofrecidos como sacrificio a sus dioses. Aun hoy en día se han encontrado en los alrededores y en forma de abanico, hebillas, cucharas, monedas, puntas de flecha y lanza, huesos de mulas y caballos, demostrando que en su afán de huir los soldados se despojaron de todo aquello que les estorbara.

Roma se entera

Recibidas las noticas de lo sucedido en la capital, Augusto y el Senado entraron en conmoción. ¿Cómo entender que se hubieran perdido tres legiones cuando el Imperio contaba con 28 para defender un territorio que hoy abarca de Escocia a Siria y de Sudán al Mar Negro? Lo primero que pensó Augusto era en la posibilidad de un atentado en su contra por parte de alguno de los galos o germanos que tenía en su guardia personal, por ello decidió quitarlos. Además, se pensó en la posibilidad de que los germanos y los galos se hubieran unido y desbordaran los fuertes construidos a lo largo del Rin para de esta forma llegar a una Roma casi desguarnecida. Esta sola idea les causaba verdadero terror ya que durante la época de la República fueron constantemente atacados por los barbaros. No deja de ser paradójico que un Imperio de tal envergadura careciera de hombres para enfrentar una verdadera situación de peligro, ya que los ciudadanos romanos habían dejado el viejo deber cívico de unirse a las legiones y al ser los únicos elegibles para pertenecer a ellas, obligaron a crear tropas de mercenarios bien paganas y profesionales, por ende, se carecía de voluntarios en momentos decisivos.

Sin embargo, contrario a lo pensado por los romanos, los germanos estaban verdaderamente desunidos más allá de una alianza momentánea, y carecían de la capacidad e intención para invadir Roma. Tanto que ni siquiera atacaron los restos de las legiones de Varo, la XVI y la XIII ubicadas en el Rin, lo cual hubiera representado un verdadero golpe de autoridad para Arminio y sus hombres, y uno muy fuerte para la moral de los romanos. Sin embargo no lo hicieron.

De todas formas Arminio intentó forjar una gran alianza con las diferentes tribus germanas, tanto que le envió la cabeza de Varo al rey de los marcomanos para animarle a rebelarse, pero éste, que conocía a Roma enojada, se mantuvo neutral y hasta devolvió la cabeza de Varo a Augusto. Nadie quería unirse a la rebelión. Tan no querían, que su propio hermano siguió pagando tributo a Roma, y su suegro Segestes, años después, enviaría a su hija Thuselda, esposa embarazada de Arminio, a Roma (naciendo el niño en Rávena) y propiciando la ira de Arminio, que le dijo que él “no hacia la guerra a traición ni contra mujeres embarazadas”. Además de su hija, Segestes mandó parte del botín capturado.

Pese a que Arminio había sido educado en Roma, había combatido en sus filas y conocía la forma de pensar de los romanos, la pregunta siguen pie: ¿qué lo motivó a rebelarse, mero interés o heroísmo patrio?

El Imperio responde

Pasada la conmoción, Augusto reaccionó con prontitud. Puso guardias en la capital para evitar desordenes, prolongó el mandato a los gobernadores experimentados e hizo votos de unos juegos a Júpiter. Además reclutó a libertos y ciudadanos remisos, a quienes amenazó con incluso la muerte, y llamó de nuevo a veteranos, siendo esta la medida más eficaz. Lo primero que se tenía que hacer era recuperar la frontera en Germania para de esa manera contraatacar para así demostrar que Roma podía tropezar, pero seguía siendo invencible. Para ello nombró en el año 10 a Tiberio, su sucesor designado, para restablecer el orden en la región y reagrupar a las legiones que quedaban.

Para el año 11 Tiberio contaba con las legiones I, II, V, XII, XIV, XVI, XX y XXI, además de tropas auxiliares entre la costa del mar del Norte, la desembocadura del Rin y sobre el Danubio. Comenzó por internarse en expediciones menores para controlar los ejes de penetración tradicional hacia el este, pero tuvo que detener los avances porque regresó a Roma debido a que Augusto lo necesitaba para preparar la transición, quedando el mando en Germánico. Su tarea consistía, más que en romanizar la zona, la de restaurar el orden, dar un golpe de fuerza, castigar a Arminio y a los germanos, contando para ello no sólo con ocho legiones, sino también con la ayuda del veterano Aulo Cecina.

Parece que Augusto le sugirió a Tiberio frenar la expansión más allá del Rin, siendo posiblemente la razón por la cual Germánico fue tan pasivo de inicio, periodo en el cual tuvo que enfrentar un motín en su ejército propiciado por la disciplina feroz que impuso y los problemas en la paga; hay que agregarle también el disgusto de los veteranos reenganchados que, agotados y con treinta años de servicio, deberían de estar disfrutando de un merecido descanso. Algunos de ellos, simulando besar la mano de Germánico, metían sus dedos en su boca para que sintiera sus encías desdentadas. La rebelión fue sofocada con violencia, persuasión y la promesa de revisar sus años de servicio.

En el año 14 Germánico aprovecho la ira de sus tropas para efectuar una campaña limitada que tuvo la intención de desquitarse de los Marsi, uno de los pueblos germanos que participó en Teutoburgo, y que terminó siendo una autentica matanza y saqueo a gran escala, pero que cumplió su objetivo. De regreso al campamento fue atacado en emboscada, pero Germánico repelió la agresión arengando a la tropa gritándoles que “aquel era el momento para borrar la mancha de la sedición”. La victoria romana fue contundente.

En la primavera del año 15 Germánico lanzó una ofensiva a escala mayor, dividiendo las legiones en dos: él, con cuatro legiones y tropas auxiliares atacó por el sur, desde Maguncia hasta el Chatti, mientras que Cecina con las tropas restantes cumplió con una función doble, impedir que Arminio ayudara a sus aliados para de esa forma también minar su prestigio. Posteriormente realizó otra expedición contra los Bructeri, en el norte, donde de nueva cuenta dividió sus legiones en dos, atacando Cecina por tierra y él por la boca del río Ems en un ataque de pinza y anfibio, ya que usó los canales artificiales para tomarlos por sorpresa, y logrando una categórica victoria que además les permitió recuperar una de las águilas legionarias perdidas, la de la legión XIX.

Ese mismo año avanzó hasta Teutoburgo, donde se dedicó a enterrar los restos de las tropas que allí yacían y erigir un túmulo conmemorativo (montecillo artificial para cubrir una sepultura), generando el respeto de sus soldados, ya que en su condición sacerdotal augural (que acompañaba el mando militar) no debía de tocar restos mortales. Posteriormente, como todos los otoños, se replegó hacia el Rin.

Se enfrentan a Arminio

Sin embargo, en el repliegue las cosas estuvieron a punto de convertirse en un desastre, ya que mientras Germánico regreso de nuevo por mar, Cecina, junto con el grueso de las cuatro legiones y las auxiliares, lo hizo por tierra y en una zona pantanosa donde anteriormente se habían construido caminos con troncos y pilotes afilados en el suelo, los llamados puentes largos. Ese fue el terreno que Arminio escogió para atacar. Rodeó a las tropas en terreno favorable para él y acometió con las mismas tácticas de hostigamiento que había usado seis años antes. Según Tácito, Cecina soñó la primera noche que Varo lo intentaba arrastrar hacia los pantanos, cosa que tomó como un mal presagio, siendo la razón por la que decidió acomodar a sus tropas de formas distinta a la mañana siguiente. Las cuatro legiones fueron acomodadas en un cuadrado que dejaba un hueco en medio para que el bagaje y los heridos estuvieran ahí, así acomodados reanudó el camino al Rin.

Sin embargo, las legiones V y XXI se adelantaron demasiado, rompiendo el cuadrado y dejando al descubierto el interior de la formación, momento que Arminio eligió para atacar al grito de: “¡Aquí está de nuevo Varo!”, siendo su intención llegar a los no combatientes y al bagaje. En el ataque Cecina perdió su caballo y a duras penas fue rescatado por la legión I. Pero la indisciplina de los germanos, que estaban más interesados en el saqueo, les permitió a los romanos reagruparse y llegar a una zona abierta donde no tenían más equipo que sus manos para levantar el terraplén del campamento, pasando una noche miserable y sumamente alterados, ya que tan sólo la estampida de un solo caballo causó tanto pánico entre la tropa que muchos intentaron huir, complicando más la situación. Los germanos de nueva cuenta no supieron aprovechar la ocasión, ya que en vez de seguir la táctica de esperar a que las legiones reanudaran su camino para seguir atacándolas, decidieron, a instancias de Iguiomero, lanzar un ataque frontal a campo abierto, donde los romanos eran expertos.
Cecina arengó a las tropas veteranas y dividió en dos a sus hombres. Dejando pasar a los germanos, que pensaron sería fácil atacar a soldados tan desanimados, fueron sorprendidos por detrás por la otra parte de las tropas de Cecina, encontrándose entre dos fuegos y siendo barridos en una matanza sumamente grande.

Las tropas victoriosas se dirigieron hacia el Rin, donde los esperaba del otro lado Germánico y sus hombres, quienes por cierto no tenían la moral muy alta, ya que un solo hecho lo demuestra. Se había corrido la voz de que Cecina y sus legiones estaban acorraladas, lo cual sembró un pánico espantoso en las tropas de Germánico quienes querían quemar el puente sobre el Rin, lo cual hubiera sido desastroso para las tropas de Cecina que se estaban acercando, y sólo fue por la intervención de Agripina, esposa de Germánico y madre de Calígula, la que impidió semejante estupidez. Cuando el ejército llegó, allí estaba ella, atendiendo a los heridos, lo cual le granjeó una enorme popularidad a ella y a su marido.

Pese a haberse enfrentado a Arminio, el balance no fue del todo favorable ya que no se le eliminó, por ende podríamos decir que para el año 15 quedaban tablas los dos bandos. Por obvias razones de imagen, se dispuso que la campaña fue todo un éxito tanto para Cecina como para varios subordinados de Germánico. Para el año 16 se reanudaron las incursiones romanas por tres zonas: el mar del Norte y los ríos Lippe y Main, acentuando las expediciones por mar, tanto que se llegaron a fabricar hasta mil embarcaciones menores, dejando las expediciones por tierra para las tropas ligeras. En tanto, Arminio cada vez se quedaba más solo por tantas deserciones no sólo de tropas sino de aliados, muchos de éstos fueron recibidos en Roma con los brazos abiertos.

Ese año por fin Germánico pudo encontrarse con Arminio en la mejor circunstancia favorable para él: a campo abierto y en batalla campal, desarrollándose muy dentro de Germania, al este del Weser. Según Tácito, ocho águilas (emblema de las legiones) se adentraron volando sobre el ejército germano, generando lo que ellos creyeron serían buenos augurios, animándolos en gran manera y propiciando que la derrota de Arminio fuera tan contundente que él tuvo que huir, disimulando sus facciones con sangre de sus mismas heridas. De nueva cuenta se volvieron a enfrentar más allá del Elba, sufriendo los germanos otra derrota, ya que la emboscada que habían planeado fracasó estrepitosamente. Así, Germánico vengaba lo acaecido a Varo.

Para el verano se replegaron hacia el Rin, pero en el inter una tormenta dispersó varios navíos que los llevaron hasta Britania, lo cual despertó los ánimos de los germanos, y propició otras dos incursiones romanas, una contra los Chatti y otra contra los Marsi, consiguiéndose en ellas otra de las águilas perdidas, la última seria recobrada hasta el año 41.

Las consecuencias

Para el año 17, cuando preparaba una nueva incursión, Germánico fue llamado a Roma para celebrar el triunfo, siendo recibido como héroe. Dos años después moriría en circunstancias misteriosas. Las limes quedaron prácticamente iguales, ya que no se pudo crear una provincia más allá del Rin, terminando con el sueño de Augusto, pero sin descuidar sus incursiones periódicas para recabar tributos y reanudar alianzas. Pese a ello, el golpe de perder tres legiones experimentadas y curtidas en un solo enfrentamiento caló hondo en el orgullo militar romano, tanto que se decidió que las legiones XVII, XVII y XIX quedaran extintas para que de esa forma no se manchara de nuevo de honor de las mismas.

Arminio murió coincidentemente ese mismo año 19, sólo que a manos de miembros de su propio clan que lo acusaban de querer hacerse rey absoluto. Tenía 37 años, pero su imagen quedó plenamente grabada en Germania, tanto que ese fue el personaje con el cual se pudo aglutinar en el siglo 19 a los germanos para unirse y crear un estado completamente unido: Alemania. Después de la derrota francesa en Sedán, durante la guerra franco-prusiana, se erigió un monumento de Arminio, o Hermann en alemán, de 50 metros de altura en el cual se encuentra la frase: “La unidad de Alemania es mi fuerza; mi fuerza el poder de Alemania”.

¿Qué hubiera sucedido si Germania se romaniza? ¿Nunca se hubiera dado la pugna Francia-Alemania? ¿Se hubieran evitado tantas guerras durante tantos siglos en Europa? La pregunta, si quieren un tanto ociosa, sigue en el aire. En tanto, el golpe dado a Roma en Teutoburgo tuvo un efecto no sólo de venganza en el Imperio, si no que por primera vez en muchos años se sintieron vulnerables, cosa muy difícil de hacer sentir a una maquinaria tan perfecta como Roma.

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¿Por qué existe El Gueto...?

Quienes cuentan la Historia siempre la han polarizado en buenos y malos, olvidando explicar por qué y cómo sucedieron los hechos, sacándolos de contexto y dando ninguna importancia a las razones que llevaron (u obligaron) a los personajes a actuar de cierta manera. El deseo de "El Gueto..." es presentar lo que se ha dejado de lado: los por qué, los cómo y las razones de la manera más objetiva posible para que TÚ saques tus propias conclusiones, y lo más importante: que TODOS entendamos cómo nos afectan.

Frases historicas

"Estas llaves, que lo son de las puertas que únicamente deben estar cerradas para la irreligión, la desunión y el despotismo, como abiertas a todo lo que pueda hacer la felicidad común, las devuelvo a vuestra excelencia, fiado de su celo que procurará el bien del pueblo a quien represnta".
Palabras que pronunció Agustín de Iturbide al entregarle las llaves de la capital que le habían sido dadas por el alcalde de la Ciudad, don José Ignacio Ormaechea, a su entrada a la capital de la Nueva España comandando a 16,000 hombres el jueves 27 de septiembre de 1821.