La hiperinflación alemana de 1923

 


Hiperinflación alemana (1923).


La Primera Guerra Mundial terminó el 11 de noviembre de 1918, desatando un enorme júbilo a nivel mundial; era tiempo de reconstruir a Europa. Dos meses después, en enero de 1919, todos los países involucrados se reunieron en Francia para fijar las condiciones de paz alemanas. Los franceses, de la mano de su primer ministro George Clemenceau quería, como todos los franceses, venganza, no únicamente de la guerra recién terminada sino también de la franco-prusiana de 1870-71 que habían perdido; además de reparaciones de guerra y la garantía que Alemania no provocaría otra guerra similar en un futuro. Lloyd George, primer ministro británico, no estaba de acuerdo con aquellos que querían destruir a Alemania, a pesar de que su pueblo buscaba venganza. Lo que George quería era que Alemania volviera a ser un país fuerte y así tener un buen socio comercial. Y había una razón para ello: una Alemania en la miseria era un caldo de cultivo perfecto para el comunismo. Woodrow Wilson no quería que Alemania desapareciera pero tampoco que se quedaran sin castigo. Después de múltiples negociaciones y de rediseñar varias veces el mapa de Europa, en junio de 1919 se firma el Tratado de Versalles, cuyos términos fueron sumamente duros para Alemania. La situación convulsa en Alemania propició que se formara la República del Wiemar en noviembre de 1918 aunque su constitución entró en vigor hasta agosto de 1919, y cuyo primer presidente fue Friedrich Ebert

 

Durante la Primera Guerra Mundial el imperio alemán dejó el patrón oro como respaldo de su moneda y usó la Goldmark, que se podía imprimir más fácilmente pero que abriría un enorme déficit presupuestal, gastando durante la guerra tres veces su producto interno bruto de 1913. La guerra prácticamente se financió con base en créditos: dos terceras partes por bonos de guerra comprados por empresas y ciudadanos, y el resto financiada por el Reichsbank, el Banco Central Alemán. La deuda del imperio se multiplicó por 30 durante el conflicto, así que técnicamente se hallaba en bancarrota. En julio de 1914 un dólar costaba 4,21 marcos, para enero de 1919, 8,20 marcos En 1919 el pago de la deuda había representado el 126% de los ingresos. Aunque al terminar la guerra la inflación no tan elevada como se pudiera pensar, ya que la inflación había sido de 140%, prácticamente igual a la inglesa. Sin embargo, esta moneda fue perdiendo valor debido a la presión de cubrir las reparaciones de guerra impuestas en el Tratado.  Alemania no sólo perdió un millón setecientos mil vidas  durante la guerra, sino que se enfrentó a enormes problemas sociales que complicaban más las cosas a la naciente república y que casi la llevan a la quiebra.

 

Al terminar la guerra toda Europa estaba sin recursos. Los europeos le debían 12,000 millones de dólares a los Estados Unidos. La Gran Bretaña, pese a tener el mayor desempleo de Europa con un 11% de la población, podía cubrir su deuda si las naciones que le debían le pagaban. Francia, en cambio, dependía de las reparaciones de guerra que Alemania tenía que cubrir y no quería que fueran los mismos franceses los que la pagaran. En 1921 los vencedores todavía estaban viendo cómo les repararían los alemanes. Los alemanes buscaban que se les flexibilizaran sus pagos ante la evidente falta de liquidez, pero Francia se negó, teniendo que pagar Alemania 8000 millones de dólares de 1920 a 1923. Los alemanes sostenían que antes del fin de la guerra tenían enormes problemas económicos y una compensación demasiado alta complicaría más el problema, sin embargo eso no impresionó a los vencedores. 

 

 

En 1921 Gran Bretaña exigió su pago en marcos de oro, dejando al país sin un respaldo para su moneda. Fue así que el gobierno de la República del Weimar se vio obligado a imprimir más papel moneda del que se podía permitir, surgiendo el Papeirmark, un billete sin ningún respaldo pero que se fue haciendo popular. El problema era que toda la riqueza se producía se iba directamente a las reparaciones de guerra, haciendo a un lado la ya de por sí precaria economía interna. 

 

Debido a unos atrasos en los pagos de Alemania a finales de 1922, el 11 de enero de 1923 Francia y Bélgica invaden la región del Ruhr, zona industrial y minera. Al contar con sólo 100 mil soldados como se estipuló en Versalles, Alemania no pudo evitar la entrada de tropas extranjeras en su territorio. Contrario a lo que los franceses esperaban, el pueblo alemán rechaza la invasión y se une en torno al odio a Francia. Los obreros del Rurh se negaron a trabajar para los franceses y el gobierno de Ebert los apoyó. Por tanto, los trenes que debían de trasladar la riqueza que se producía en esa zona estaba sin moverse. Francia solucionó el problema llevando a sus propios obreros casi separando esa zona de Alemania, incluso todo aquel que llegara era revisado como si entrara a la misma Francia.

 

Durante 1922 el marco alemán fue perdiendo valor y para 1923 el gobierno decidió imprimir más billetes para pagarle a los obreros que seguían en huelga y que fueron expulsados del Rurh. Pero también el mismo gobierno se negaba a subir los impuestos y seguía imprimiendo  billetes creyendo que la inflación se debía no al exceso de circulante sino a una desfavorable balanza de pagos, con lo que buscaba financiar así el gasto público con la emisión masiva de dinero. La abundancia de billetes (había 1783 máquinas trabajando las 24 horas) sólo provocó lo que se conoce como la “hiperinflación alemana” y que no se había conocido antes en la historia.

Para ejemplificarlo, podía pasar que si entrabas a un local a comer los precios subieran durante el tiempo de la estancia. A los trabajadores se les pagaba dos o tres veces al día y sus esposas tenían que ir por el dinero y gastarlo de inmediato para que no perdiera su valor, ya que los precios se duplicaban cada tercer día. Los campesinos se negaban a recibir marcos por sus productos, los que habían ahorrado en bonos del Estado a un tipo de interés fijo tuvieron que recurrir a las filas de las organizaciones de ayuda. En julio de 1923 un dólar valía un millón de marcos alemanes y para finales de año valía 4,2 billones (miles de millones) de marcos, misma cantidad que costaba un vaso de cerveza.  Se llegaron a imprimir billetes hasta de 20 billones de marcos.

Fue en este periodo cuando se tomaron aquellas famosas fotos de los niños jugando con cientos de billetes que nada valían o que de plano se usaba para tapizar las paredes o echarlas al boiler. 

 

Los perdedores durante ese periodo fueron los que habían guardado su dinero en el banco o quienes tenían una hipoteca, bonos, rentas y pensiones, y desapareciendo prácticamente  la clase media. Los ganadores fueron los deudores, los grandes capitales que podían comprar empresas que iban perdiendo su valor cada día y los especuladores que hicieron grandes fortunas a costa del empobrecimiento de la población. Otro gran ganador fue el gobierno alemán, ya que así demostraba a sus acreedores lo imposible que era pagarles y también reducía la deuda interior. 

 

Esta hiperinflación tuvo dos repercusiones importantes. La primera tuvo que ver con que la clase media perdió todos sus ahorros en cuestión de meses y, la segunda, una parte de la población pasó a la economía de truque, como, por ejemplo, pagar una entrada del teatro por dos piezas de carbón. La hiperinflación terminó a finales de 1923 el presidente del banco central,  Hjalmar Schaht,  propuso la supresión del Paipermark para sustituirlo por el Reichsmark, o “marco seguro”, en 1924, y cuyo valor se respaldó con bienes raíces y dólares estadounidenses. Medidas apoyadas por Ebert y por Gustav Stresemann quien fungía como canciller. Lo curioso del caso fue que a pesar del desastre inflacionario, la tasa de paro era de 1,4%, muy bajo si lo comparamos con el 14% de la Gran Bretaña o el 15% de Suecia.

 

Los Estados Unidos deciden intervenir en 1924 y nombran a Charles Dawes para diseñar un programa de pagos escalonados que permitiera que Alemania pagara la compensación a la que estaba obligada. La solución que hallaron fue Estados Unidos le prestaría dinero a Alemania, éste le pagaría a Gran Bretaña y Francia y a su vez ellos le pagaban a Estados Unidos. La negociación de dicho programa fue un triunfo para Stresemann, permitiéndole mantenerse como Ministro de Exteriores hasta su muerte en 1929 y alcanzando a ver como Alemania volvía al concierto internacional al ser aceptada en la Sociedad de Naciones. 

 

Así fue que Alemania superó ese periodo, aunque esa dependencia se vería duramente golpeada con el crack del 29, cuando los estadounidenses no pudieran prestarles más dinero a los alemanes y éstos se sumergieran de nuevo en otra crisis que ahora sí afectó a los grandes capitales. Para cuando Hitler asciende al poder en 1933, se calcula que el paro era de 7 millones de personas, casi un 40% de población activa, mayoritariamente hombres. 

 

La crisis del 29 fue el golpe que definitivo para la República del Weimar, aunque fue 4 años después cuando se terminaría aquel sueño que comenzó en 1918. 

 

 

 

 

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